20100429

nunca a dormir - un retrato oscuro

admito que la juventud y los excesos van de la mano. el otro día leí un artículo sobre la masturbación en exceso y su relación con la soledad del individuo, y pensé "están hablando de mi?". mi madre me dijo un día que uno no puede vivir de los recuerdos a los 20 años, sino a los 80. sí, ese es mi auténtico exceso, nostalgia, que no melancolía, no jodamos, que no es lo mismo. intento comportarme como los jóvenes adorables, cariñosos y siempre dispuestos que habitan por ahí, pero no puedo. he llegado a la conclusión que cuando sueño se agrieta mi aparente y calmada existencia. por eso me gustaría poder borrar ciertos recuerdos de mi cabeza o, en su defecto, no dormir nunca. aunque creo que prefiero la segunda así ya puestos aprovecho el tiempo que-es-oro.  de hecho me parece muy triste el acto de irse a la cama. siempre me lo ha parecido. incluso cuando estoy cansado me quedaría despierto observando a algún individuo atormentado o escuchando alguna canción de cuna. es como que de pronto todo se muere así, sin más, con la de cosas que hay por hacer. sí. si tuviera que pedir un poder ya no seria el de volar, sino el de la insomnolencia eterna. y nunca a dormir. bailaría durante el día y por la noche viajaría y tendría sexo con caras desconocidas que me encontraría en la autopista de la vida. pero cuando me pidieran quedarme a dormir sólo diría que sí por diplomacia pero no soportaría dar vueltas despierto y oír el constante ronroneo del maromo de al lado. así que cogería mi mochila y me lanzaría de nuevo a las calles, como el vagabundo más auténtico que aprende a base de todo lo crudo y todo lo duro. y no dormiría nunca, amaría siempre locamente pero sin detenerme en la cama de nadie. me parece lo más coherente y sin duda un objetivo interesante al que rendirse próximamente.

20100425

there's a moment in time when we always come back
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20100419

c'est moi, le tourbillon

Le tourbillon from Teletronik on Vimeo.

hasta que el amor me llegue

...no sé muy bien qué escribir, desde que, hace tres semanas pasé por la guerra de mi primer rodaje, me siento como vacío, extraño. lleno el tiempo de movimientos pausados para alargar con ellos lo bueno del día, pero siempre aparecen las horas muertas que me sientan y me hacen pensar. el otro día reflexioné sobre lo que me dijo aquel chico que se ayudaba de la barra para vender su cuerpo a unas limitadas notas de piano. intenté comprender el trasfondo de sus palabras, si es que lo había, aunque debería más bien decir lo implícito de sus silencios, ya que el primer encuentro pareció como de cine mudo. los bailarines suelen ser gente especial. yo les entiendo pero creo que es porque nunca me he acercado realmente a uno en todos los sentidos. después de esa primera conversación hoy he vuelto a clase y he intentado fijarme en él a través del espejo, pero una columna sólo me dejaba verles los brazos fluyendo en el espacio y a veces la mitad de su cara, blanca, recta, griega. ya en los estiramientos finales, nos hemos quedado tumbados en el mismo suelo, pero lejos, mirando el mismo techo, pero callados. y solos, tan solos como estábamos con nosotros mismos. me he puesto nervioso pero por suerte se han apagado las luces y aprovechando la sombría situación me he levantado y me he acercado a la salida. pero no ha sido hasta al cabo de una hora que he conseguido llegar al otro lado de la puerta. su voz rasgada ha detenido mis pasos. me he acercado a él y me ha preguntado mi nombre, pero no he contestado, él estaba llorando. me ha dicho que no podía salir a la calle. a modo de confesión, me ha hablado sobre su miedo al lento devenir de los hechos, monótonos y extraños, y sobre su continua y estremecedora lucha por encontrar el amor. decía que bailar era lo única que le hacía olvidar su angustia. yo le he hablado del valor, pero él me cortaba todo el rato con un "no saldré a la calle". ha empezado a sonar un piano de la clase de al lado y mis pensamientos se han bloqueado por completo. sólo la sorda melodía que atravesaba las paredes palpitaba en la sala. he mirado al reloj y me ha parecido ver cómo las agujas se habían congelado. entonces él se ha acercado, a cuatro patas, casi arrastrándose, y me ha susurrado "no saldré a la calle... hasta que el amor me llegue". después hemos salido, sí, pero no hemos paseado ni por los parques ni por las terrazas, ni hemos ido al cine ni hemos tomado café.