20100912

Los chicos que querían amarse y la mujer de rojo que impidió la tragedia

la noche se abalanza rabiosa contra las calles, y las estrepitosas sirenas harmonizan ese caos imperfecto y loco llamado ciudad. la intensa lluvia derramada se convierte en vapor que trepa como un humo mágico a lo más alto, hasta dejarse disolver por el aire huracanado que trastorna las vacías y miserables vidas de los habitantes del lugar. En una de las ventanas, a través de las callejuelas y en lo alto de un enorme muro, la cámara nos acerca, como un pájaro extraviado en busca de su nido, a una pequeña y tenue luz. Tras los cristales y una cortina blanca y sedosa, como recluídos de todo mal ajeno, Wallace besa el pecho de Sean, y acto seguido se inclina para subir el volumen del televisor, pues el estruendo de las gotas de lluvia contra la ventana es cada vez más y más fuerte. Sean se acomoda dando la espalda a su compañero y apoyando su culo contra el sexo de Wallace, que se endurece al instante. Sean, cuya mirada está ahora sólo en el aparato, observa la imagen de una mujer embutida en un traje chaqueta rojo con una pistola en la mano. No sabe bien porqué, pero la imagen de esa mujer y su sombra moviéndose en la oscura maleza y entre la que sólo resplandece la vivez del rojo entallado en su blanca piel, le hipnotizan por completo y siente que quiere ser ella. Por su parte, y sin miedo al rechazo, Wallace se quita los calzoncillos y le baja los pantalones a Sean para que sienta el calor que su miembro desprende. A Sean le gusta hacerse el dormido y que Wallace le penetre como si de un bello durmiente se tratara, pero esta vez, Sean, que ni siquiera puede cerrar los ojos para hacerse el dormido, pues su mirada sigue intacta y clavada en la mujer de rojo, le dice que pare. Wallace enmudece tras la petición de su amante que sale del sofá y se acerca gateando al televisor. Un primer plano de la mujer de rojo con los ojos llorosos y sujetando temblorosa la pistola desenfocada es todo lo que quiere ver.